sábado, 15 de enero de 2011

CHARLA COLOQUIO SOBRE EL CINE DE BERNARDINA

CHARLA COLOQUIO SOBRE EL CINE DE BERNARDINA




         Auditorio de Abanilla. Sábado 05-09-2008, desde las 22 a las 23´30 horas.
Organiza y coordina Ángel Esteve, de la Revista y Radio de Ripollet (Barcelona) y colaborador de Radio Intereconomía. Presentación y agradecimiento al Ayuntamiento y al conserje por su colaboración. “La Historia está bien saberla, pero personalmente me encanta la parte humana de la historia”.
Invitados especiales: Anica, Marcelino y Juan José García Carrión, más Lola Garrigós. Breve reseña de la historia del cine en Abanilla, por Eugenio Marco, “el cronista oficioso de Favanella” para dar algunos datos generales al respecto, a modo de introducción, haciendo la salvedad de que no necesita ser presentado, por ser bastante conocido de la mayoría de los presentes, puntualizando que los únicos que necesitan presentación son “los impresentables”.



            Introducción.- Lo primero la puntualidad británica con que empezaba la sesión: campaneando la hora en el reloj de la iglesia se iniciaba la proyección con el NODO (abreviatura de Noticias y Documentales). Recordaré aquello de que mientras la Tierra giré, el tiempo pasará sin detenerse sobre la vida. Esta charla coloquio debe servirnos para que no se nos esfumen nuestras vivencias y perdamos la memoria histórica.
         El invento del cinematógrafo echó a andar en 1895, de la mano de los hermanos Lumière, en Francia, pero…ciñéndonos al cine en nuestra villa, tenemos referencias de que en el año 1914, según el diario “El Liberal de Murcia”, en la programación de los festejos del 3 de mayo figuraba a las 8 de la tarde (actualmente corresponde a las 10 de la noche), CINE al aire libre en la CALLE MAYOR. Hemos oído referir que a finales de la década de 1920, proyectaron películas en el local de la U.P. (Unión Patriótica), sito en el edificio que hay al final de la calle de santa Eulalia y la carretera de Murcia. También se efectuaron proyecciones de cine, esporádicamente, en “La Casa del Pueblo”, en el Salitre. El dar cine en la Casa del Pueblo fue idea de un catalán que terminó aburriéndose, porque no le era rentable. Le vendió la máquina a don Domingo Peñaranda, que después se la vendió a Bernardina, pero no funcionaba bien y la retiraron. Cuando compraron la máquina nueva la pagaron al contado, para sorpresa del vendedor.
         Fue a partir del año 1945, cuando verdaderamente se establece en Abanilla, con carácter empresarial, el CINE AVENIDA, de Bernardina Carrión, con la edificación de un local apropiado al efecto, en la carretera de Orihuela, en el que también se hicieron Juegos Florales y teatro. Las condiciones socio económicas del momento eran muy favorables: un censo de 8.500 habitantes y la industria del esparto en pleno apogeo. Ir al cine los domingos por la tarde fue la diversión popular por excelencia. Paralelamente  hubo otro local de cine en la calle de la Posada, que era de Diego el de Quica la Perdigota, que actualmente es la casa de José Mª Carlicas, siendo el promotor uno de Murcia. Cesó la empresa Bernardina Carrión su actividad en 1982, con 37 años de existencia, en otro local construido en la década de 1960, de mucha más capacidad que el anterior, sito en la calle Pío XII, frente al tapón de la balsa del lavadero (actualmente el Auditorio). En este lugar existió con anterioridad un patio descubierto, tapiado y adornado con enredaderas, buganvillas, yedras, rosales y otros floridos matojos, además de palmeras,  llamado “Abanilla Parque”, con un pequeño escenario, en el que se hacían bailes, espectáculos de varietés, conciertos de música y cine en el verano. También cabe puntualizar que a principio de la década de 1960, el grupo escolar Stma. Cruz adquirió una máquina de cine de super 8, con el que se proyectaban los domingos películas aptas para todos los públicos. Fue una iniciativa del maestro y relojero don José Moreno Gil, sin ánimo de lucro, pues a veces no se recaudaba ni para pagar el alquiler de la película. Esto estuvo motivado porque según la censura eclesiástica, casi todas las películas que se proyectaban en el cine de Bernardina no eran aptas para menores.
         Y concluyo este preámbulo, a modo de rollo Macabeo, para que empiece ya la sesión sobre las historias, anécdotas y demás vicisitudes del cine de Bernardina Carrión, una persona célibe y con minusvalía visual (era tuerta), que fue un claro ejemplo de mujer emprendedora, algo que no era muy normal en aquella época, pues con anterioridad ya tenía un taller de cofines y manufacturas de esparto. En ciertos versos satíricos de la década de 1950, quedó inmortalizado “el cine de la Tuerta”.



Anécdotas y DATOS surgidos durante el coloquio:
         Hemos colgado la pizarra que tenemos aquí delante en la casa de Salud, en el mismo sitio, en la calle de San José.”Y aún está la púa”- dijo Lola.
         Bernardina era tuerta y con mucho valor. El que hacía cine en la calle de la posada le propuso matrimonio y unificar el negocio.
         La primera máquina de cine nueva la trajo desde Murcia el camión de Claudio. Como ese día bajó la rambla y no se podía pasar por el badén, desde Santomera tuvo que rodear y venir por Orihuela.
         El cine Avenida (lo del nombre de Avenida es porque estaba situado en la avenida de José Antonio), se construyó sobre un almacén en el que anteriormente estuvo Auxilio Social. Era del tío Antón “Carabina” y lo tenía hipotecado el Banco Español de Crédito. Se le compró al banco por 16.000 Ptas., en octubre de 1943. La prueba de resistencia del “gallinero” se hizo con tecnología punta de la época: echándole treinta carros de piedra en presencia del ingeniero. Era alcalde don Rafael Navarro Mínguez (1943-45) que les facilitó todos los trámites. En su inicio los precios fueron de una Ptas. en el gallinero y dos en las sillas de abajo, en lo que se llama patio de butacas, pero que no habían butacas, sino sillas. Estaba diseñado para 100 plazas, pero llegaron a ocuparlo casi 150.
         Las carteleras se ponían en La Plaza, donde actualmente está la carnicería. Un día de viento se cayeron y aporrearon al tío Francisco Martínez. La película se llamaba “Julia se porta mal”.
         Bernardina antes del cine tenía un taller de cofines, en el que trabajaron más de 200 mujeres. En 1939, en concordancia con lo que se llamó “El Consejo de Cieza” (unión de empresarios capacheros), facturó una remesa de cofines por importe de 15.000 Ptas., que enviaron a distintos lugares: Lérida, Andalucía y La Mancha. Marcelino y su tía Bernardina visitaban directamente a los clientes y obtuvieron el primer pedido por valor de 60.000Ptas. En el bar de Carabaña se fueron sin pagar (despiste de Marcelino), pero cuando se percató volvió y pagó. El dueño le dijo que era un buen cliente, por el detalle de volver. Se hicieron amigos y fue un buen colaborador en las ventas y cobros, pues conocía muy bien a la clientela del lugar.
         La primera película que se proyectó fue “Entre nosotras”, el 26-02-1945, la segunda “Tierras lejanas” y la tercera “Sin novedad en el Alcázar”.
         La censura eclesiástica empezó a hacerse notar a partir de 1950. La película “Gilda” no se atrevieron a proyectarla y la pasaron en sesión privada, pero como la puerta del local estaba abierta la gente que pasaba entró, y al final de la proyección estaba el cine medio lleno, y de gratis. A los cuatro o cinco años se proyectó en sesión normal. Por proyectar la película “Arroz amargo”  (basada en una novela de Blasco Ibáñez, de crítica social), le impusieron una multa de 50 Ptas., poniendo como motivo (más bien excusa), de que había menores en la sala.
         En la iglesia existía un fichero con la clasificación moral de las películas. Los monaguillos eran los encargados de poner en un cuadro dichas cartulinas. Tenían el siguiente orden: 1.- Todos, incluso niños. 2.- Jóvenes. 3.- Mayores. 3R.- Mayores con reparos. 4.- Gravemente peligrosa (aunque te confesaras ibas derecho al infierno).
         Cuenta Marcelino que por aquellos años del inicio las películas venían desde Valencia, donde estaban las distribuidoras, que las enviaban por tren a Murcia. Iban a recogerlas en bicicleta o en carro, cuando no tenían otra alternativa de transporte. Solían pesar los rollos de 35 a 40 Kg., dándose el caso de haber confusión en las cajas y al empalmarlas para ser proyectadas se alteraba el orden, por lo que efectuaban alguna prueba antes. En uno de los viajes en bicicleta, Juan José se cayó en la Balsita Tenza y casi se mojan las películas.
         Juan José refiere que tuvieron una avería en la máquina de proyección, consistente en que se rompieron los pasadores de los engranajes de la transmisión. Como las piezas no llegaron a tiempo (entonces no existían los transportes urgentes), en el taller de Vicente El Conde hicieron unos de hierro, que se rompieron al cuarto de hora. Cuando se arregló la máquina dieron la proyección de gratis.
         Cuentan que un espectador del gallinero se dejó escapar una fuerte y sonora ventosidad (pedo). Se produjo tal algarabía que pararon la proyección.
         Cuenta Lola que los bailes de puja eran otra de las diversiones de la época. Cuando la pretendía Juan José, en un baile de puja se presentó con una gabardina que parecía de los inspectores de la Fiscalía de Tasas. Al rato acudió su madre en su busca, pues había aprovechado el descanso para irse al baile. Ante la tardanza la gente estaba protestando con silbidos.
         El uno de noviembre, festividad de Todos los Santos, el cine solía ponerse a tope, por lo que les pedían a los vecinos sillas. También se llenaba con las películas de Jorge Negrete y Sara Montiel. Cuando se iba la luz, algo frecuente en aquellas décadas, como luz de emergencia encendían los candiles.
         Lo de” pinícula y flim paramun”, no fue una cosa exclusiva de aquí, sino que correspondió al dicho generalizado de la época.
         Una de las películas más taquilleras de la época fue “El derecho de nacer”. En Abanilla se proyectaron películas de las mejores productoras: La Metro, Paramunt, Walt Disney, etc.
         Marcelino montó otro cine en Villanueva del río Segura, donde le nombraron “hijo adoptivo”. Después se pasó a la pedanía murciana de Santa Cruz.
         La primera película en cinemascope se dio en el cine de verano. Los cines de verano fueron en el local Abanilla Parque y en el patio de don Dionisio, que había sido la Plaza de Toros y ahora es “El Patio”
         Dicen que si el gallinero hablara, saltarían hasta los pollos. José “El Lañaor” estuvo un poco tiempo de acomodador, pero le tomaban el pelo y se reían de él, porque decía: “Sus calláis o sus vais”.
         Luis Caparrós estaba el primero para sacar la entrada y puso sus dos pesetas en la repisa de la taquilla. Como Anica no le veía (era pequeño), dio la entrada y el siguiente la cogió y entró sin pagar. Luis se puso a llorar y lo dejaron entrar, pero a otro día le reclamaron la entrada a su padre y fue cuando se descubrió el engaño.
         En cierta ocasión les amenazaron con cerrar el cine y Bernardina dijo: “Si me cierran el cine tiro hasta los tinteros”; el dicho de tirar los tinteros era para que no “corriera la tinta”, es decir, que no pudieran escribir los trámites administrativos.
         Abanilla Parque lo alquilaron por cinco años, para cine de verano, pero al tercero lo compraron por 75.000 Ptas., para lo cual tuvieron que firmar cinco letras “de pelota”, algo muy habitual en los negocios de la época. Era propiedad de don Juan Pacheco Salar, el farmacéutico.
         En los descansos y antes de empezar ponían música. Siempre eran los mismos tangos: Por qué llorar y volver a empezar. Lola y Bartolomé Cutillas los recuerdan y se atreven a cantarlos. La emoción les aflora y se le saltan las lágrimas de la nostalgia. El público aplaude. Lola, haciendo referencia a la letra del tango “Por qué llorar”, hace el siguiente comentario: ¿Cómo me iba yo a imaginar, en aquel entonces, que se me iba a morir un hijo?
         La tarde en que explotó el polvorín de Archena se paró la proyección, por corte de la luz. Como ya no vino la luz, Anica y Juan José se fueron a Villanueva, a ver a Marcelino, para comprobar lo que había pasado.
         Las obras del cine nuevo duraron 19 meses. Comenzaron en 1956. Los albañiles se comieron, para merendar, siete sacos de higos secos. Tiene una capacidad de 580 plazas, y con palcos, que…si los palcos hablaran…El precio de la entrada se puso a 6 Ptas. y se mantuvo durante algunos años.
         Un día de Año Nuevo se proyectó la película “Sombrero” y en la pizarra pusieron: “La mejor película del año”.
         Valentina acudía al cine con su perro y lo sentaba en una butaca, a su lado. Algunos se quejaron de que el perro estuviera sentado y la gente de pie, pero es que Valentina pagaba entrada por el perro.
         La SGAE (Sociedad de Autores), les impuso una multa de 7.000 Ptas. y un mes de plazo para pagarla. Tuvieron que buscar dinero y el padre de Clodes se lo dejó. Por un error administrativo pagaron la sanción dos veces y para conseguir la devolución hubo que recurrir a un amigo de don Ramón. El tío Julio Rocamora era el delegado de la SGAE y se portaba bien con ellos. Iba al cine y se llevaba a dos o tres zagales, diciendo que “eran sus nietos”.    
         Hay quienes apuntan que es de agradecer a esta familia de Bernardina Carrión, que en aquella época dejaran el negocio de los capachos para dedicarse al cine, una empresa “cultural”. Refieren que el cine era buen negocio, “que se estiraba del cajón y se sacaba el dinero”.
         Algunos de los presentes recuerdan los comentarios de “Antonio Temblores”, persona singular en el pueblo, durante la proyección de las películas o después.
         El estar a cargo de la proyección (operador de la máquina), requería mucha atención y trabajo: empalmar los rollos, estar pendiente de los electrodos de carbón, hacer las pruebas, engrase y mantenimiento, etc. Actualmente todo se ha reducido a un disco o pastilla, dijo Marcelino refiriéndose al DVD.
         Como propaganda de las películas, además de las carteleras (fotogramas), se daban unos prospectos a la salida de misa de 12. Algunos se dedicaban a coleccionarlos, e incluso tenían de otras poblaciones, pues se hacían intercambios. Los hijos de María Belmonte llegaron a tener una gran colección.
         En la cantina del cine se expendían bocadillos con una anchoa, refrescos,  gaseosas y las pipas de girasol en cartuchos de papel, tostadas con sal en los hornos de leña del pueblo. Se comenta que como los cartuchos eran cónicos, cuando alguna pipa grande se interponía se quedaba con la mitad del contenido. Lola era la encargada de los bocadillos, cuyo pan amasaba.
         Como el cine era en sesión “permanente” algunas personas no salían hasta la última proyección. En una ocasión tuvieron que aguantar a una sola pareja hasta la una de la madrugada, porque dijeron que no se iban.
         Como en el cine no había calefacción, algunas personas se llevaban una lata de conservas con brasas, que colocaban a su lado.
         Cuando proyectaron en el cine de verano del patio de don Dionisio la película “Molokay, la isla maldita”, sobre la vida del padre Damián con los leprosos, uno le dijo a Juan José: “Fumiga la pantalla, no se nos vaya a pegar la lepra”
         Y terminando el acto la familia Carrión agradece a los presentes su asistencia, así como la colaboración de las autoridades para la realización de esta charla, aunque Marcelino puntualiza que “no ve a ninguno”.
         Ángel Esteve sugiere la posibilidad de que se considere el ponerle el nombre de Bernardina Carrión a una calle del pueblo, dada la labor cultural que supuso, en esta época, el que Abanilla tuviera un CINE.
         El público asistente, que ocupaba toda la primera parte del Auditorio y algo del segundo plano, clausuró esta charla con un efusivo aplauso. Ángel apunta la posibilidad de celebrar este tipo de charlas coloquio sobre “las cosicas de Abanilla”, con otros temas: La música, los pajes, etc.
Nota.- Antes de comenzar el coloquio se le rogó a Marcelino que no citara nombres de películas relacionadas con el agua, como por ejemplo: “Aguas turbulentas”, “Los paraguas de Cherburgo”, “El puente sobre el río Kwai”, etc., por posibles efectos secundarios sobre “el porvenir”… de las charlas coloquio.



A. Esteve y E. Marco

No hay comentarios:

Publicar un comentario